Despertando los demonios

La línea “ética” (?!) del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Instigación a la denuncia anónima e infundada en Castroforte de Baralla



Ante la noticia de que el gobierno macrista ideó un sistema de delación telefónica para aportar datos de trabajadores que no cumplirían con sus obligaciones, ahí van algunas reflexiones


1.- La delación
"La delación anónima puede convertirse fácilmente en un instrumento de persecución, inclusive de persecución política. Es impropio de un Estado dar curso a estas denuncias"
Binder( La investigación preliminar)


Oportunamente el Estado colombiano instauró una política de delación que pretende involucrar a la totalidad de la población civil en el conflicto. Efectivamente, en el 2002 instrumentó un plan de “redes de informantes” y “soldados campesinos”, que involucra al 5% de la población, es decir, más de dos millones de personas para delatar al prójimo. El propio presidente Uribe lanzó el plan el 8 de agosto de 2002 y anunció la creación de una red de informantes de un millón de civiles, en cuya primera etapa se contemplaba contratar a taxistas y transportistas para seguridad en carreteras y calles. El mandatario dijo que habría un “diálogo pedagógico” para invitar a los ciudadanos a formar parte de esas redes, para que nadie diga que los coaccionaron, y explicó que el plan se efectuaría por "fases y estratos sociales" para mayor efectividad, y se ejecutaría "con total transparencia, de cara a los organismos de control, las entidades humanitarias y la comunidad nacional e internacional”. En la ocasión el presidente Uribe dijo: “si bien entre todas las fuerzas suman cuatro millones de cooperantes, deberíamos tener 43 millones de cooperantes”. Es decir, todos delatando a todos.
Ya no hay distinción entre “combatientes” y civiles. Cualquiera puede ser un delator o “sapo” –como se los llama–, y los ciudadanos que se niegan a colaborar son tildados de terroristas, porque el propio Presidente sentenció que esa conducta implica un apoyo tácito a los grupos al margen de la ley.
Estas redes de informantes traen el recuerdo de una lectura que hicimos cuando cursábamos Filosofía del Derecho: “El caso del delator rencoroso”, escrito por el filósofo alemán Lon Füller.
El relato cuenta que en un país democrático es elegido por voto popular un gobierno que instaura el régimen de las “camisas moradas”. Gobierna con la Constitución vigente, que es la de un Estado de derecho ortodoxo, con algunos cambios legales que no parecen muy significativos y con ciertas prácticas que sí lo son.
Una de las leyes nuevas hace obligatorio, bajo la amenaza de severas sanciones que incluyen la muerte, delatar a quienes incurran en determinadas conductas antisociales.
Una mujer que ha dejado de amar a su marido y tiene un amante que la hace feliz, quiere librarse del primero. . La esposa entonces lo delata. Tras un proceso breve y sumario el marido es ejecutado y su mujer ve realizado su anhelado propósito de felicidad.
Cuando los camisas moradas pierden el poder, un gobierno democrático lleva a juicio a la mujer delatora, y los jueces se plantean cómo castigar a una persona que actuó conforme a la ley. Son convocados entonces por un Ministro de Justicia cinco comisionados para que presenten recomendaciones para resolver las situaciones de delatores que durante el régimen de los "camisas moradas", se han aprovechado del sistema para eliminar a sus enemigos, entre estos casos esta el del hombre que esta enamorado de la esposa de otro hombre y provoca su muerte delatándolo por una falta completamente trivial, es decir no informar la perdida de sus documentos de identificación en un término de cinco días.
Ahora bien, la solución al problema planteado realmente nunca llega, a pesar de que cada uno esboza una teoría que van desde la conciliación hasta el castigo.

2.- La calumnia
Cómo detener la calumnia malintencionada cuando se abre la Caja de Pandora?



 “¡La calumnia, Señor! No sabéis lo que desdeñáis. La calumnia es capaz de acabar con las gentes más honradas. Sabed que no hay maldad por estúpida que sea, horror o patraña que no pueda hacerse creer a los indolentes de una gran ciudad a poco que se esmere uno en ello. ¡Y aquí contamos con gentes de tanta habilidad...! Primero, un sonido ligero, en vuelo rasante como el de la golondrina antes de la tormenta, pianissimo, una murmuración de pasada que deja sembrado el dato emponzoñado. Alguien lo recoge y piano, piano os lo vierte al oído con destreza. El mal está hecho; germina, trepa, avanza y rinforzando de boca en boca llega el diablo. Luego, de golpe, sin que se sepa cómo, se ve a la calumnia alzarse, silbar, hincharse, crecer a ojos vistas. Se expande, emprende el vuelo como un torbellino que todo lo envuelve, arranca, arrastra, con relámpagos y truenos y, por designio divino, se convierte en un grito general, un crescendo público, un coro universal de odio y proscripción. '¿Quién diablos puede resistirse?”
Beaumarchais (El barbero de Sevilla)


3.- El aprendiz de brujo
“El mago ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros”.
Marx

Conocimos la historia en nuestra infancia cuando en la película Fantasía  Disney nos brindó una versión animada del relato.


Mucho después supimos que la historia original aparece en una obra bien curiosa: Los cuentistas (Philopseudéis), de Luciano de Samósata, un autor satírico del siglo II d.C. que, desde una posición escéptica, se burla en sus obras de los dioses, héroes, filósofos y creencias de la cultura clásica griega. Más tarde Wieland la tradujo al alemán, y Goethe tejió con su argumento la deliciosa balada del Aprendiz de brujo (Der Zauberlehrling(Der Zauberlehrling,1797).) que fue a la vez la fuente de inspiración del  poema sinfónico de Dukas llamado también El aprendiz de brujo (L'apprenti sorcier).
En el relato de Luciano, un escéptico llamado Tiquíades acude a casa del filósofo Éucrates, un anciano famoso por su sabiduría, donde se han reunido varias personas convencidas de la realidad de lo sobrenatural (son los cuentistas a los que alude el título). Cada una de ellas aporta su testimonio personal. Tiquíades va rebatiendo todas estas historias y en un momento determinado, el propio Éucrates cuenta una historia que le sucedió en su juventud.
En síntesis, se trata de un hombre joven que viajando por Egipto conquista la amistad y con ella la confianza de un mago, hechicero o encantador, viejo versado en ciencias ocultas. Bástale pronunciar unas palabras mágicas sobre la mano de un mortero, una escoba o un cerrojo y envolverlo con un ropaje cualquiera para que le obedezcan como esclavos incondicionales, y del mismo modo, con otras palabras, el prodigio se desvanece y vuelve el cerrojo, la escoba o la mano de mortero a su primitivo estado.
El joven, acicateado por la curiosidad, llega a sorprender un día la fórmula de iniciación del encantamiento y, aprovechando una ausencia del mago, viste una vieja escoba y se apresura a pronunciar sobre ella las misteriosas palabras, consiguiendo que el prodigio se realice. Luego la vista del arroyo cercano le sugiere la idea de traer el agua y la materia inerte vivificada, dócil le obedece. El orgullo del triunfo ante las idas y venidas del espíritu esclavizado, con sus cargas de agua, cede muy pronto al asombro y luego a la alarma porque el líquido elemento sube de nivel y se torna amenazante. En vano intenta detener la corriente, hacer cesar el encanto....No conoce las palabras necesarias. El agua amenaza sumergirlo y en su desesperación rompe a golpes de hacha el infernal portador, pero sólo logra multiplicar su esfuerzo y acelerar su fin bajo la avalancha que el mago al regresar disuelve en un instante, como el sol a la niebla.

Ilustraciones
El beso de Judas de Caravaggio. Fue robado del Museo de Arte Occidental y Oriental de Odessa  en el 2008
La calumnia de Apeles de Botticelli. Composición en la que se ve a la verdad desnuda clamando al cielo bajo la mirada de la compunción, vieja vestida de negro, mientras la calumnia arrastra a un joven también desnudo, en compañía de la impostura, la perfidia y el odio, ante el Rey Midas, el gobernante prevaricador, intoxicado por la ignorancia y la sospecha.




Por Anahí Fernández

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